dissabte, 12 de desembre del 2020

SUPLEMENTOS PROBIOTICOS (I)

He hablado en alguna ocasión sobre la microbiota, sobre como cuidarla,  o como interviene en la fisiopatologia de algunas enfermedades. En esta ocasión voy a hablar sobre el uso de los probióticos que podemos usar para ejercer algún efecto sobre la microbiota o la salud.

A pesar de la elevada diversidad de especies que podemos encontrar en el intestino, en cada uno de nosotros predomina un numero menor de especies que viene determinado por nuestra genetica, nuestro entorno ambiental y nuestra alimentación. Seria como una huella digital que nos identifica como individuos (detalle). Esto se mantiene así, a pesar de los cambios que se producen a lo largo de nuestras vidas, donde nuestro microbioma va cambiando, llegando a la vejez con una microbiota menos variada.

La toma de probioticos es postulada como una herramienta para mejorar nuestra microbiota y tratar algunas enfermedades. Evidentemente, para que los probióticos nos produzcan algún efecto, debemos tener primero alguna disbiosis que nos genere un  problema de salud, o que sea este el que provoque una disbiosis. La resolución de esta disbiosis dará como resultado una notable mejoria en nuestra salud. 

Las alteraciones en la microbiota se han relacionado tanto con enfermedades gastrointestinales (cáncer, enfermedad inflamatoria intestinal, sindrome intestino irritable) como con enfermedades extraintestinales (alérgia,  asma, obesidad o trastornos psiquiatricos entre otras). Las disbiosis tambien pueden relacionarse con la pérdida de la capacidad funcional como barrera del intestino, generando síndrome de intestino permeable, del que hablé aquí, y que puede ser la base para enfermedades autoinmunitarias.

Existen diferentes factores que pueden generar un desequilibrio de la microbiota: toma de medicamentos, infecciones bacterianas, virales o parasitarias, consumo de tóxicos, estrés, falta de sueño, cambio de entorno y de dieta, sedentarismo...

Un aspecto que os aconsejo desde ya con los probioticos, es su uso después de la toma de antibióticos. Sabemos que estos afectan a la microbiota en su conjunto. Los espacios dejados por la microiota eliminada por el antibiótico podrán ser ocupados por especies patógenas, o por especies propias que deberian estar en baja proporción (por ejemplo bacterias proteolíticas). Esto puede generar problemas de salud que prevendremos tomando un suplemento con las especies pertenecientes a los géneros más predominantes en nuestra microbiota: bifidobacterias y lactobacilos, que junto a Bacteroides forman del 60 al 90% de nuestra microbiota. Esta "repoblación" debería hacerse con un suplemento con el mayor número de especies distintas posible.

Faecaliumbacterium
Uno de los comensales más importante de nuestra microbiota es Faecalibacterium prausnitzii. Forma parte de la llamada microbiota mucoprotectora, y junto con Akkermansia muciniphila, mantiene la capa de mucus. Si esta se reduce tenemos inflamación de la mucosa y pérdida de su capacidad barrera. La reducción o alteración entre los niveles de ambas bacterias se ha relacionado con la enfermedad inflamatoria intestinal (estudio). También se ha observado su reducción en niños con asma (estudio). 

En este caso, no existe la posibilidad de tomar estos probióticos puesto que no se comercializan. No obstante, si podemos favorecer su crecimiento con prebióticos, que son sus alimentos. Así, el almidon resistente nos sirve de alimento para las bacterias productoras de ácido butírico, un ácido graso de cadena corta con distintos efectos positivos sobre la salud. Entre estas bacterias encontramos a  Faecalibacterium. Para estimular el crecimiento de Akkermansia podemos usar Inulina. Esta bacteria también se alimenta del propio mucus.

Obtenemos almidón resistente cuando dejamos enfriar y luego recalentamos productos que contienen almidón como las patatas, el arroz o la pasta. También tienen de forma natural las legumbres, el plátano macho o la yuca. Para obtener sus beneficios son necesarios un mínimo de 20g diarios. Podemos comprar almidón de patata que es fácilmente soluble en agua y tomarlo diariamente para complementar la dieta.

Otra cuestión a tener en cuenta es que debemos considerar la cepa utilizada. Me explico, si hablamos, por ejemplo, de que Lactobacilus reuteri tiene determinados efectos positivos sobre la diarrea infantil, sobre la diabetis tipo II, o sobre el tratamiento de Helicobacter pylori, debemos saber que cepas producen ese efecto. Las bacterias de una misma especie pueden tener características genéticas distintas, que les dan propiedades distintas, constituyendo así cepas distintas. Estas pueden compartir algunos efectos y otros ser dependientes de la variante genética, o cepa.

Siguiendo con el ejemplo anterior, si queremos tratar una diarrea infantil infecciosa aguda vamos a usar L. reuteri DSM 17938 (estudio).  Si hablamos de ayudar al tratamiento de erradicación de la Helicobacter pylori, usaremos L.reuteri ATCC PTA 6475 (estudio). Finalmente, como coadyuvante en el tratamiento de la DM tipo II podemos usar el L.reuteri ADR-1 (estudio).

¿Podemos usar cualquier probiótico del mercado?

Depende de lo que busquemos. Podemos decir que para mejorar la salud en general, nos servirá cualquier probiótico que contenga cepas humanas capaces de asentarse en el intestino, o de producir sus efectos positivos al desplazarse por él (no todas las cepas nos colonizan). En este caso es preferible usar suplementos multiespecie, en número suficiente (o en cápsulas resistentes) para llegar intactas hasta el intestino.

Por el contrario, si buscamos un efecto especifico para una enfermedad concreta (que suelen ser intestinales), debemos buscar las cepas específicas que provocan el efecto deseado como he mencionado en el ejemplo del párrafo anterior.

En siguientes entradas iremos viendo que cepas pueden ser útiles para determinadas patologías.